lunes, 22 de agosto de 2016

La línea de llegada

Meb Keflezighi. Corredor. The Players’ Tribune. 29-10-2015. Siempre me han preguntado, “¿De cual carrera estás más orgulloso?” La respuesta esperada es probablemente mi victoria en la maratón de Boston en 2014, o tal vez la carrera donde gané medalla de plata en Atenas. Pero aunque siento mucho orgullo por mis finales en el podio, algunas de mis carreras más memorables no están relacionadas con donde las terminé, sino como las terminé. La maratón de New York City 2013 fue muy emocional por muchas razones. Las bombas de Boston el abril previo aún estaban frescas en las mentes de todos, así como la cancelación de la maratón de New York City 2012 debido al huracán Sandy. La importancia de la carrera de 2013 no se había perdido para mí. Cuando me inscribo para cualquier maratón entreno para ganar, pero pensaba que una victoria en esa carrera sería particularmente especial. Desafortunadamente, una serie de lesiones mientras se aproximaba la carrera ocasionaron mi falta de condiciones para el momento cuando llegó el día de la carrera. Yo sabía que carecía de la preparación mínima para competir con los mejores maratonistas del mundo, pero decidí hacer el intento. Arranqué bien, pero en la milla 19, cualquier esperanza de ubicarme en los tres primeros lugares se había desvanecido. Mi cuerpo no podía hacerlo. Estaba adolorido y sabía que mi carrera había terminado. La falta de un entrenamiento adecuado y de un paso inicial agresivo me había afectado. No podía dar otro paso, tenía que dejar de correr totalmente. En ese momento, pensé en la camioneta van que se lleva a los atletas élite que abandonan la carrera. Sabía que era posible que fuese auxiliado por ese gigantesco preservador de vida, y recibir comida y bebida caliente. Pero también sabía que de alguna manera, necesitaba cruzar la línea de llegada ese día. Quería hacerlo por todas las personas quienes me habían apoyado hasta ese momento, y quería hacerlo por todos aquellos que hubieran soñado con terminar la maratón de Boston 2013, y la maratón NYC 2012. Estaba comprometido con llegar a la línea de llegada, aún si tuviera que hacerlo caminando. A pocas millas de la meta, otro corredor llamado Mike Cassidy me alcanzó. Mike es un corredor élite local de Staten Island, y por una u otra razón, se convirtió en mi apoyo para terminar la carrera ese día. No conocía a Mike hasta que un amigo mutuo nos presentó esa mañana. Se debe admitir que Mike probablemente nunca esperó correr cerca de mí ese día, pero el hecho es que lo que él hizo ilustra la belleza de este deporte. Cada quien llega a una carrera con una meta específica, sea ganar, lograr cierto tiempo, clasificar para otra carrera o recaudar dinero para caridad. Pero a un nivel básico, una maratón es una carrera en la cual miles de personas comparten la singular meta de cruzar la línea de llegada. Mike Cassidy vio que yo tenía dificultades, e hizo lo que pudo para ayudarme a seguir adelante. Muchos antes de él trataron de animarme, pero ni siquiera pude pensar en eso hasta que llegó Mike. Con dos millas por recorrer, nos animamos uno al otro para terminar la carrera de la mejor manera. Nos convertimos en el salvavidas del otro. Admito que al final de la carrera, él estaba más fuerte que yo. Él pudo haberme dejado atrás, pero se quedó conmigo, a mi paso. En ese momento, yo no era el medallista olímpico Meb Keflezighi, era solo un amigo corredor. Y él era solo un corredor. Terminamos la carrera hombro a hombro, y seguimos siendo amigos hasta el presente. Me gusta contar esa historia porque muestra uno de los aspectos únicos de de las maratones, y de correr en general. Esta es una actividad que reúne toda clase de personas. Es un deporte que no discrimina basado en raza, tamaño o edad. Esa es la razón por la que siempre se escucha la palabra “inspiradora” vinculada a los eventos de carreras atléticas. Observar un gran juego de baloncesto o futbol americano es inspirador a su manera porque se observa a esos sorprendentes atletas actuar a un alto nivel. Pero observar una maratón es inspirador porque si se mira en detalle a las personas que corren, se notará que alguien entre los competidores no es tan diferente de ti. Hay un selecto grupo de personas quienes corren una maratón con la intención de ganar; soy afortunado de estar entre ellos. Pero el corazón y el alma de este deporte son las personas que no tienen ilusión de ganar o aun de terminar entre los primeros 100. Ellos corren para si, en memoria de alguien más o por una gran caridad. Y por eso es que ninguno de los espectadores que ven la maratón New York City se va después que pasa el pelotón de los líderes. Las personas se quedan por horas y horas para apoyar a esos individuos que corren solo por traspasar la línea de llegada. Mientras me preparo para correr en mi décima maratón New York City este domingo, no estoy seguro de lo que esta próxima carrera me deparará. El denominador común más grande es que voy a correr para ganar. Siempre lo hago. Para mí “correr para ganar” no significa llegar en primer lugar, significa dar lo mejor de ti. Para eso entreno y eso es lo que espero. Este año, además de competir entre maratonistas de clase mundial, representando a Estados Unidos y mis patrocinantes, tengo el privilegio de ser embajador de Team For Kids, un programa de atletismo juvenil creado por New York Road Runners. En pocas palabras, tengo muchas grandes razones de correr para ganar. Mientras las maratones están entre los eventos más públicos que puedes hacer, las millas que de verdad cuentan son las que transcurren cuando nadie observa. Para la mayoría de los corredores, esas son las millas donde encuentran la paz. Pasé la semana pasada de entrenamiento para esta venidera maratón en Mammoth Lakes, California. La altitud y el escenario lo hacen un gran lugar para correr. Empezaba mi entrenamiento a las 5:30 am para aclimatarme a la hora de partida de las 9:50 am en la costa este. Esta es solo una de las muchas pequeñas cosas que hago para tratar de ajustar mi cuerpo a la mejor condición antes de una gran carrera. Lo único es, que cuando empiezas a correr a las 5:30 am, todo está oscuro a tu alrededor. Una mañana, yo estaba corriendo en la oscuridad y me sentí como un loco. Ni siquiera podía ver a donde iba. Pero vi esa pequeña luz flotando en la distancia. ¿Qué es eso? Aumenté el paso un poco, y mientras me acercaba, me di cuenta de que era un muchacho que hacía su carrera matinal usando una linterna en la cabeza. Al principio pensé, ¿Qué está haciendo? Pero a la vez, sentí una profunda conexión con él. Aquí está alguien tan dedicado a correr que ni siquiera espera la luz solar para empezar. Quien sabe que otras responsabilidades le aguardaban, pero él había buscado el tiempo para mejorar. Eso es inspiración. Una de las razones por las cuales los corredores sienten ese intenso sentido de camaradería es debido a que algunas veces correr duele. No importa cuan a menudo lo hagas o cuanto logres, en general, no correr es mucho más fácil que correr. Pienso que el hecho de que esta actividad sea inherentemente difícil es lo que nos vincula. Cuando me detengo y hablo con otro corredor, discutimos de para que corremos, que esperamos lograr y que hemos logrado. No importa de quien se trate, todos trabajamos por algo. Como corredores, eventualmente llegamos a un punto donde es más doloroso no correr, que correr. Muchas personas se preguntan como se empieza a ser un corredor. Eso es lo que parece más asombroso. Ellos o esperan por el momento preciso o quieren algun tipo de dirección específica. Pero solo se trata de despertar, y poner un pie delante del otro. Cuando corres, no hay lugar donde quejarse, y hay algo refrescante respecto a eso. Tú determinas el paso, solo tú. Yo no salí de la nada a correr una maratón en dos horas. De hecho, pienso que mucho de mi éxito se relaciona con sentirme bien con pequeños progresos. Empecé corriendo la milla, entonces pasé a los 5 kilómetros, luego los 10K, y luego la media maratón. En total, he corrido alrededor de 100.000 millas en mi vida, y ciertamente no llegaron de a 26.2 millas por vez. Aunque correr se hace más fácil con el tiempo, no es que sea mucho más fácil. No importa cuantas maratones haya corrido, aún cuando sé que estoy listo, siempre hay una incomodidad en el fondo de mi mente. Hay una burbujita de duda dentro de mí, la cual usualmente aflora durante el trayecto en bus hacia la línea de salida, que pregunta, ¿Por qué estoy haciendo esto otra vez? Sé que va a ser doloroso. No importa cuanto entrenes, siempre habrá un punto en la carrera cuando no quieras correr más. Si, puedes sentir una motivación natural causada por las endorfinas, pero las endorfinas no te salvaran cuando choques con el muro de la milla 17 o, si eres afortunado, la milla 20. Cada persona que corre la maratón choca con un muro en determinado momento. Es el momento de la carrera cuando tu mente tiene que hacerse cargo porque tu cuerpo está fallando. Entonces te miras hacia adentro, pero también piensas en esas personas a tu alrededor quienes te animan y apoyan. Entonces es cuando más agradecido estás con una parte de esta sorprendente comunidad. He terminado muchas maratones e inmediatamente pensé, Nunca correré otra maratón. Pero, aquí estoy. Pienso que como corredor, generalmente te sientes tan bien como en tu última carrera. El punto es, que correr una buena carrera te hace sentir tan bien, que eso te hace recuperar del disgusto de una mala carrera. Vivo por ese sentimiento. El domingo, voy a ser una de muchas personas persiguiendo una meta. ¿Cómo la lograré? Me voy a despertar, y a poner un pie delante del otro. Nos vemos en la línea de llegada. Traducción: Alfonso L. Tusa C.

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